Con la reciente publicación de la Subasta Pública 0014/2024 en el Boletín Oficial, la Armada Argentina anunció la venta de cuatro embarcaciones: los remolcadores ARA “Mataco” (R-4) y ARA “Querandí” (R-2), el ARA “Capayán” (R-16) y la lancha de investigación ARA “Cormorán” (Q-15). Esta decisión plantea serias interrogantes sobre el estado de la flota naval argentina y la falta de mantenimiento y renovación que ha llevado a la degradación de estas unidades.
Las embarcaciones en cuestión han sido clasificadas con un nivel de Alistamiento VI, lo que indica que han sido retiradas del servicio activo por su grave desgaste estructural y la obsolescencia de sus sistemas a bordo.
Este deterioro no es simplemente un problema aislado, sino que refleja una tendencia más amplia y preocupante dentro de la Armada Argentina, donde la falta de inversión en mantenimiento y modernización ha dejado a la flota en condiciones lamentables, e incluso generado la histórica tragedia del hundimiento del Submarino ARA San Juan años atrás.
La subasta, en lugar de ser una solución, parece una respuesta desesperada a una crisis de infraestructura y recursos. Al retirar estas unidades, la Armada no solo se deshace de lo que reconoce como obsoleto, sino que también pierde la oportunidad de rehabilitar y mantener en funcionamiento embarcaciones que han sido fundamentales para la defensa y la historia del país.
La salida a subasta de estos buques se suma a un anuncio de septiembre de 2024 respecto de otras cuatro embarcaciones a la venta, entre las que se incluye el ARA “Alférez Sobral”, símbolo de la resistencia en la Guerra de Malvinas.
Este marco revela la contradicción entre la necesidad de una flota moderna y la falta de un plan a largo plazo para construir una armada eficiente y cohesionada.
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