La información es pública; Estados Unidos posee 6.000 bases militares en su territorio y unas 800 fuera de sus fronteras, de las cuales 76 están en América Latina. Y en este último caso, su mayoría se concentra en Centroamérica y el Caribe.
No conforme con ello, la renovada confrontación del gobierno de Donald Trump con -entre otras-, China, Europa, Canadá, México, Irán y gran parte de África y oriente medio, en materia económica y arancelaria, lleva al presidente republicano estadounidense, a repetir lo que EE.UU. han venido haciendo durante los últimos 70 años cuando las cosas no salen como ellos pretenden; incrementar el sometimiento y la subordinación financiera y militar: primero con asfixiantes prestamos de fondos buitres y del Fondo Monetario Internacional, y segundo controlando esos mismos países, mediante la instalación de bases militares.
Desde Agenda Malvinas, rastreamos información existente sobre bases estadounidenses en Latinoamérica, para dimensionar lo que Argentina no visualiza ni tiene conciencia. Sobre todo, qué países son controlados y sometidos por EE.UU. con puño de hierro y por la fuerza de las armas:
12 en Puerto Rico;
12 en Panamá;
9 en Colombia;
8 en Perú;
3 en Honduras;
3 en México;
2 en Ecuador;
2 en Paraguay;
1 en El Salvador;
1 en Cuba.
Las bases proyectadas en Argentina
En el caso de la República Argentina, la que ha tomado mayor volumen mediático es la creación de una Base Naval Integrada para el desarrollo antártico con participación militar estadounidense en la ciudad de Ushuaia; la capital de Tierra del Fuego. Hecho que fue ratificado el mes pasado cuando arribó al País el jefe del Comando Sur de los EE.UU., almirante Alvin Holsey, para consolidar el compromiso que había asumido y anunciado el 3 de abril de 2024, el propio presidente argentino Javier Milei cuando recibió a la antecesora de Holsey, la Generala Laura Richardson. Pero con un nuevo aditamento, que también pretenden crear en Ushuaia, una base de aprovisionamiento para sus submarinos nucleares.
Menos conocida pero también de alta relevancia, fue el compromiso del gobierno de Mauricio Macri, cuando en 2018 le abrió la puerta a la creación de una base militar estadounidense en Neuquén, con el objetivo de controlar la supuesta base China que había autorizado en 2012 la segunda gestión presidencial de Cristina Fernández de Kirchner en esa provincia, y que luego de un bombardeo periodístico que concluyó con una inspección científica y militar por parte de altos funcionarios de Javier Milei, quedó claramente demostrado que tal base China no existía y que la estructura existente una estación de observación del “Espacio Lejano” cuya instalación surgió de la cooperación tecnológica espacial entre China y Argentina.
A ello se le agrega que el actual gobierno, firmo a comienzo del año pasado, un acuerdo con Estados Unidos para que unidades militares de ese país norteamericano, integren el Cuerpo de Ingenieros del Ejército la argentina, para el monitoreo y control de los ríos Paraguay, Paraná y Uruguay.
Al peligro que implica la presencia de bases estadounidenses en nuestro territorio, en un contexto de conflictividad creciente que puede arrastrarnos a una nueva guerra mundial, debemos agregarle el registro de los sucesivos delitos que las tropas estadounidenses han llevado a cabo contra la población civil local (violaciones, secuestros y asesinatos, etc.), amparándose en la inmunidad diplomática de la que gozan habitando territorio extranjero.
En este contexto, no debe ni puede perderse de vista a quienes el gobierno de Javier Milei habilita ingresar al territorio nacional argentino. Que no son otros, que los socios fundadores de la OTAN con Gran Bretaña, quienes en las Islas Malvinas poseen, específicamente en Monte Agradable, la principal base de la Alianza noratlántica militar, pero en este caso en el Atlántico Sur.
Así, el injerencismo de EE.UU. en Sudamérica se profundiza y la política de Donald Trump no parece preocuparse demasiado en llevarse bien con sus vecinos del continente, sino imponer sus políticas. Prueba de ello, es el ataque que hoy sufren México y Canadá, los que, hasta ayer; eran sus socios estratégicos en América del Norte.
Fuentes: