La sombra que no se disipa: El legado imperial británico y la herida argentina en Malvinas

Mark Curtis, codirector del medio británico Declassified UK, denuncia y desenmascara el cinismo de su propia nación que, a lo largo de 800 años, ha pisoteado derechos humanos, saqueado recursos y devastando ecosistemas en nombre de su "imperio".

1 de junio de 2025 15:09

Mark Curtis es codirector de Declassified UK y autor de cinco libros y numerosos artículos sobre política exterior del Reino Unido.

Desde las costas de Malvinas hasta los rincones de nuestro continente, los argentinos conocemos de primera mano el peso de una historia marcada por la codicia y el despojo. No es un relato lejano o de libros empolvados; es una herida abierta que lleva 193 años sangrando, el tiempo que el Reino Unido de Gran Bretaña usurpa nuestras Islas Malvinas y el Atlántico Sur, saqueando sus riquezas pesqueras, petroleras y minerales.

Días atrás, el escritor y periodista Mark Curtis, codirector de Declassified UK, denuncia y desenmascara el cinismo de una nación que, a lo largo de 800 años, ha pisoteado derechos humanos, saqueado recursos y devastando ecosistemas en nombre de su "imperio".

Curtis lo dice claro: el imperio no murió, solo mutó. Y su persistencia es una bofetada a la moral global, especialmente para quienes, como Argentina, seguimos pagando un precio altísimo.

Un imperio que se niega a morir

Contrario a la creencia popular de que el Imperio Británico es cosa del pasado, Curtis nos abofetea con la realidad. Si bien 62 territorios obtuvieron su independencia, la Corona británica sigue siendo Jefa de Estado de 14 naciones de la Commonwealth. Más alarmante aún, el Reino Unido controla directamente otros 14 "territorios de ultramar", entre ellos las Islas Malvinas; considerados por la ONU como colonias encubiertas, y es la "potencia administradora" de 10 de los 17 territorios no autónomos listados por Naciones Unidas.

¿Cómo se sostiene este andamiaje? A través de una vasta red de 145 bases militares desplegadas en 42 países, muchas de ellas en antiguas colonias. Lugares como Belice o Kenia sirven de campos de entrenamiento gratuitos, o donde la población local sufre abusos, mientras en dictaduras del Golfo como Arabia Saudita o Baréin, Londres mantiene élites represivas en el poder para proteger sus intereses militares y comerciales.

Saqueo global y paraísos fiscales: La City de Londres al frente

El poderío actual del Reino Unido se manifiesta en un descarado saqueo de recursos a través de multinacionales mineras y petroleras con sede en Londres. Estas corporaciones, como Rio Tinto, Glencore y Anglo American, operan en 37 de los 49 países de África subsahariana, controlando recursos identificados por un valor de 1.05 billones de dólares en petróleo, oro, diamantes, carbón y platino. Alarmantemente, una cuarta parte de estas empresas están constituidas en paraísos fiscales controlados por el propio Reino Unido, como las Islas Vírgenes Británicas, las Islas Caimán o la Isla de Man, el paraíso del ministro de economía de Argentina "Toto" Caputo.

Estos "servicios financieros" no son un beneficio para la humanidad. Según la Red de Justicia Fiscal (TJN), los tres territorios británicos más cómplices (Islas Vírgenes Británicas, Caimán y Bermudas) facilitan pérdidas fiscales globales que superan los 87 mil millones de dólares anuales, más de cinco veces el programa de ayuda exterior del Reino Unido. Es el "segundo imperio", el de la City de Londres, drenando la riqueza de las naciones más pobres hacia las más ricas.

La "carga del hombre blanco" reloaded: Intervención y desprecio por la vida

La justificación colonial de la "carga del hombre blanco" ha sido reemplazada por la farsa de un "orden internacional basado en reglas". Esto se traduce en:

  • Intervenir militarmente a voluntad en otros países (como el reciente bombardeo en Yemen).
  • Apoderarse de recursos en acuerdos comerciales ventajosos.
  • Priorizar intereses geopolíticos por encima de los derechos humanos (como el respaldo británico al genocidio israelí en Palestina).
  • Apoyar dictadores funcionales a Londres.

Curtis revela que, desde el fin de la Segunda Guerra Mundial, ha habido 83 intervenciones militares británicas en 47 países y 42 intentos de derrocar gobiernos extranjeros en 27 naciones. Estas acciones van desde guerras coloniales brutales hasta operaciones encubiertas y asesinatos. La mentalidad de superioridad, que justificaba la represión de sus víctimas, persiste hoy en día.

 

Las heridas históricas que no cicatrizan: Palestina, India, Pakistán y Malvinas

Las líneas trazadas por funcionarios coloniales británicos en un mapa hace décadas siguen provocando conflictos y muertes hoy. Desde la batalla en Somalilandia por una frontera de 1960, hasta el enfrentamiento sangriento entre India y China por la "Línea McMahon" de 1914, o la "Línea Durand" entre Pakistán y Afganistán. Los conflictos entre India y Pakistán por Cachemira tienen también su origen en la demarcación británica.

Pero uno de los ejemplos más dolorosos es la creación de Israel, con el despojo y la limpieza étnica de 750.000 palestinos en 1948, un proyecto colonial que Gran Bretaña apoyó desde 1917 y que, según Curtis, es una continuación de la expansión colonial europea.

Y aquí, en nuestro propio patio, resuena con dolor la realidad de las Islas Malvinas, capturadas por Gran Bretaña en 1833. A pesar de que la Comisión de Límites de la Plataforma Continental de la ONU en 2016 concluyó que las Islas Malvinas están ubicadas en aguas territoriales de Argentina, el gobierno británico rechaza sistemáticamente el llamado de la ONU a negociar una solución. Mantienen una base militar en un territorio que, además, forma parte del llamado "Territorio Antártico Británico" (TAB), una vasta superficie glaciar donde también existen reclamos superpuestos con Argentina y Chile.

 

El costo humano incalculable

La opresión británica no fue abstracta; tuvo un costo humano devastador. Mike Davis documentó los "holocaustos victorianos tardíos", y un estudio reciente calcula que el dominio británico en la India provocó la muerte de más de 100 millones de personas entre 1881 y 1920 a causa del drenaje de la riqueza y las hambrunas.

A pesar de que algunos intentan vender la idea de que el imperio dejó legados positivos como instituciones o avances en salud, la evidencia es demoledora. La democracia en muchas excolonias se desvaneció 30 años después de la independencia, la corrupción actual en África está correlacionada con el régimen colonial británico, y las guerras civiles nacionalistas son tres veces más comunes en antiguas colonias británicas que en otras.

 

Un clamor por la justicia

Mark Curtis no solo denuncia; interpela a su propia nación. Desde Jamaica planeando un referéndum para dejar de tener al Rey Carlos como jefe de estado, hasta la creciente oposición a la presencia militar británica en Chipre por su apoyo a Israel, o las denuncias en Kenia por abusos militares; el mundo exige el fin de los vestigios imperiales.

La verdad es que el "imperio nunca murió", como originalmente tituló Curtis. Solo se transformó, y ahora opera desde las sombras financieras y la justificación de una "defensa propia" que solo aplica a ellos. Sin embargo, la voz de periodistas como Curtis, unida al clamor de pueblos como el argentino, que llevamos 193 años de despojo, nos abre los ojos a la verdadera naturaleza de esta política exterior. Es hora de que el Reino Unido asuma su historia, rechace el cinismo y construya, por fin, una política exterior basada en valores universales y una auténtica justicia internacional.

 

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