La errática política exterior de Milei erosiona el apoyo internacional al reclamo por Malvinas

A pocos días de una nueva reunión del Comité de Descolonización de la ONU, crece la preocupación por el aislamiento diplomático que genera el discurso confrontativo y las decisiones descoordinadas del Gobierno, que podrían debilitar décadas de consenso global sobre la soberanía de las islas.

9 de junio de 2025 10:33

La próxima reunión anual del Comité Especial de Descolonización de las Naciones Unidas (C24), está prevista para el 18 de junio.

La política exterior del Gobierno de Javier Milei se caracteriza por un enfoque disruptivo, marcado por declaraciones imprevisibles, alianzas ideológicas polarizantes y una gestión anárquica que comienza a pasar factura en uno de los temas más sensibles de la diplomacia argentina: el reclamo de soberanía sobre las Islas Malvinas. A medida que se acerca la reunión anual del Comité Especial de Descolonización de las Naciones Unidas (C24), prevista para el 18 de junio, las fisuras en el apoyo internacional se hacen evidentes, producto de una estrategia errática que antagoniza a socios históricos.

El episodio reciente del embajador argentino en Etiopía, Juan Ignacio Roccatagliata, obligado a cerrar su cuenta en redes sociales tras una polémica malinterpretada, es apenas un síntoma de un problema mayor: la falta de coherencia en la política exterior. Su encuentro con el representante de Guinea Ecuatorial -un régimen dictatorial- buscaba, en teoría, asegurar respaldos para la causa Malvinas. Sin embargo, la descoordinación entre Cancillería y la retórica altisonante de funcionarios libertarios generó confusión, exponiendo la fragilidad de una diplomacia que oscila entre el aislamiento voluntario y la improvisación.

El riesgo no es menor. El C24, donde Argentina ha logrado históricamente respaldos unánimes, está integrado por países que hoy miran con recelo el giro ideológico del Gobierno. Cuba, clave por su influencia en el Caribe, fue públicamente antagonizada cuando Milei desautorizó el voto argentino contra el embargo estadounidense, acusando a sus propios diplomáticos de "traidores". La retórica anti-CELAC, la alineación incondicional con Israel -en plena condena internacional por Gaza- y los innecesarios roces con Bolivia, Nicaragua y Venezuela refuerzan la imagen de un país que quema puentes en vez de tenderlos.

Aunque el anticolonialismo sigue siendo un principio rector para muchos miembros del C24, la desidia diplomática de Argentina preocupa. La Cancillería, ahora bajo la conducción de Gerardo Werthein, intenta contener el daño: algunos embajadores recibieron instrucciones de reforzar gestiones, y se espera que el canciller asista a la reunión del 18 de junio. Pero la credibilidad se erosiona cuando la Secretaría de Malvinas -cuyo rango incluso podría ser degradado a Subsecretaría- queda relegada por funcionarios sin experiencia multilateral, como Francisco Troppepi, actual encargado ante la ONU.

El escenario es paradójico: mientras el Gobierno celebra gestos simbólicos, como el absurdo rumor de una anexión de la isla de Annobon, descuida el frente donde más se lo necesita. La comunidad internacional sigue reconociendo el carácter colonial de Malvinas, pero la falta de estrategia y los exabruptos ideológicos de Milei podrían convertir un reclamo unánime en una causa fracturada. El costo de esta grieta autogestionada por Milei, esta vez, sería geopolítico.

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