Una noticia proveniente del sitio de información de defensa.com debería encender alertas en Argentina; porque mientras el gobierno del Presidente Javier Milei exhibe una controversial cercanía a potencias extrarregionales, especialmente con Estado Unidos de América, Gran Bretaña e Israel, Chile fortalece su alianza militar con el usurpador de las Islas Malvinas, a través de una transacción militar; que geopolíticamente Argentina no puede ignorar.
La información detalla que el Reino Unido y Chile celebran el 200 aniversario de sus relaciones, en un encuentro cargado de simbolismo que reafirma una "amistad" de larga data. El punto central de esta noticia es la posible transferencia de la fragata HMS Argyll de la Marina Británica a la Armada de Chile.
Para comprender la gravedad de esta situación, es fundamental recordar el pasado. La "amistad" entre Chile y el Reino Unido no es casual; se cimentó de forma dolorosa para Argentina durante la Guerra de Malvinas en 1982. En ese conflicto, la dictadura de Augusto Pinochet colaboró activamente con las fuerzas británicas, proporcionando inteligencia y apoyo logístico determinante para la victoria del Reino Unido. Esta "colaboración" fue tan valiosa que la entonces Primera Ministra Margaret Thatcher agradeció públicamente a Pinochet, incluso defendiéndolo años después.
Hoy, la posible adquisición de un buque de guerra británico por parte de Chile reactiva esa dolorosa memoria y demuestra la solidez de un vínculo que, para Argentina, representó una traición de una Nación a la que el General José de San Martín liberó del yugo español.
Una política exterior sin norte ni memoria
Lo más preocupante de esta situación es la falta de reacción por parte del gobierno argentino y en especial del Presidente Milei quien ha priorizado un inentendible alineamiento con el Reino Unido, mostrando gestos que diluyen el histórico reclamo de soberanía sobre las Islas Malvinas, mientras Chile y el Reino Unido avanzan en su estrategia en el Atlántico Sur y en el continente antártico.
La defensa de la soberanía sobre las Islas Malvinas y los espacios marítimos argentinos usurpador no puede ser vista como una simple bandera política. Es una causa nacional, un deber de memoria y de futuro. La inacción del gobierno, sumada al fortalecimiento de los lazos militares entre Londres y Santiago, configura un escenario de máxima alerta para nuestra soberanía.
En un mundo donde la geopolítica se juega en el mar, cada buque, cada alianza y cada gesto diplomático cuentan. Y el silencio, la pasividad o la deserción de nuestro país frente a los movimientos, tienen un costo muy alto.