En un discurso pronunciado en la Academia Naval de los EE.UU., el vicepresidente James David Vance declaró que "la era del dominio indiscutible ha terminado", reconociendo así el fin de la supremacía estadounidense sin cuestionamientos. "Enfrentamos serias amenazas de China, Rusia y otras naciones que están decididas a superarnos en todos los ámbitos", afirmó, destacando que estos desafíos impactan "las cadenas de suministro y se extienden a la órbita baja terrestre".
Vance advirtió que "los avances tecnológicos han reducido el coste de las interrupciones", por lo que EE.UU. debe "ser estratégico y asegurar que sus tropas cuenten con las herramientas adecuadas".
Sus palabras, pronunciadas en un momento clave previo a la cumbre de la OTAN, reflejan una creciente preocupación por el reposicionamiento global, en el que países como China, Rusia, India, Canadá y Brasil ganan influencia.
Este diagnóstico contrasta con la política exterior del gobierno argentino, que bajo la presidencia de Javier Milei ha optado por un alineamiento casi incondicional con Washington.
Sin embargo, analistas señalan que esta estrategia difícilmente se traduzca en avances concretos en el reclamo por las Islas Malvinas, dado que el Reino Unido sigue siendo un aliado prioritario para EE.UU. y que, como el propio Vance admitió, el poder estadounidense ya no es absoluto.
El discurso del vicepresidente marca un punto de inflexión en la retórica de la administración norteamericana, tradicionalmente basada en la excepcionalidad de su liderazgo.
Ahora, frente a un mundo cada vez más multipolar, la pregunta es si Argentina podrá capitalizar su acercamiento a Washington en un escenario donde la influencia de EE.UU. ya no es la misma.