Los grandes buques congeladores con base en los puertos gallegos de Vigo y Marín ultimaron detalles durante el mes de junio y esta semana que pasó partieron rumbo a las Islas Malvinas para una nueva campaña de pesca ilegal del calamar (Loligo), donde las armadoras depositan altas expectativas a pesar de la incertidumbre biológica del recurso, toda vez que en los últimos años el estado de la biomasa ha sido irregular y preocupante para los socios de los usurpadores británicos.
Se trata de una flota de dieciséis embarcaciones y casi 1000 tripulantes, partió esta semana pasada con provisiones suficientes para una travesía de hasta cuatro meses, con la esperanza de no tener que regresar antes de lo previsto.
El arranque de la campaña se da en un contexto marcado por la merma de capturas en esas aguas linderas a las Islas Malvinas como en toda la franja lindera exterior a la milla 200 de la ZEEA. En los primeros meses del año, apenas se alcanzaron capturas por 20 toneladas al día, una cifra muy por debajo de las 45 alcanzadas en temporadas anteriores e incluso lejana a las 75 toneladas que se lograban en las mejores épocas.
No obstante, las empresas armadoras se muestran moderadamente optimistas y apuestan por una recuperación progresiva de las capturas en esta nueva zafra. En principio porque la segunda temporada de 2024 fue cerrada mientras que la primera de 2025 se cerró 10 días antes con una merma del 21% de las capturas cotejadas contra el año anterior.
En estos momentos, el estado real de la biomasa en la zona de faena —situada en torno al caladero de las Islas Malvinas— continúa siendo incierto. La naturaleza altamente variable de la población de calamar hace imposible realizar una evaluación precisa hasta que los barcos inicien sus primeras prospecciones.
Algunos biólogos marinos y expertos en ciencias del mar atribuyen las persistentes disminuciones en las capturas a un incremento sostenido de la temperatura media del océano en la región, superior al promedio registrado en años anteriores. Otros, con una mirada más conservacionista, sugieren que podría tratarse de una consecuencia directa de la sobreexplotación pesquera en estas latitudes, impulsada por la intensa actividad de grandes buques factoría que operan en la zona con altos niveles de esfuerzo pesquero. No obstante, un fenómeno inquietante se suma a este complejo escenario: desde hace ya varios años, ha cesado abruptamente la tradicional migración de cefalópodos desde el mar territorial argentino desde la plataforma continental de Tierra del Fuego y el sur de Santa Cruz. Algunos analistas conjeturan que el constante bombardeo sísmico asociado a prospecciones hidrocarburíferas y gasíferas de esa cuenca fueguina y santacruceña, podría haber provocado un daño significativo en los estadios larvales y juveniles del calamar, afectando gravemente su ciclo biológico. Sin embargo, todas estas hipótesis habitan todavía en el terreno de la especulación, dado que no existe —hasta el momento— evidencia científica concluyente que esclarezca la causa real del fenómeno. Lo único indiscutible es la ausencia actual de ese stock de calamar que, hasta hace poco, constituía un recurso clave para la región.
El Prión, buque insignia de Pescapuerta, ya ha zarpado rumbo al caladero y será el primero en recabar datos en la zona, aunque en el Atlántico central se encuentran con proa a Malvinas los buques, Monte Lourido, Hadassa Bay, Monteferro, Argos Cies, Argos Berbes, Argos Pereira, New Polar, Sil, Robin M Lee, Beagle F1 y Venturer, estos últimos algo más retrasados.
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