En una decisión que ha generado mucho debate, pero sobre todo cuestionamientos, el presidente argentino, Javier Milei, anunció su intención de trasladar la embajada de nuestro país en Israel desde Tel Aviv a Jerusalén. Esta acción, que ha sido respaldada por algunos sectores ideológicos y políticos castrenses y ultraderechistas, también ha suscitado severas objeciones tanto a nivel nacional como internacional.
El traslado propuesto por el presidente argentino responde a un impulso ideológico vinculado a corrientes de la nueva ultraderecha internacional, que se caracterizan por un respaldo decidido a las políticas de Israel y una postura marcadamente islamofóbica.
Esta medida, sin embargo, no solo ignora los derechos palestinos y contraviene los principios de la solución de dos Estados, sino que también plantea una contradicción en torno al reclamo de soberanía sobre nuestras Islas Malvinas.
El paralelismo entre la situación en Jerusalén y la de Malvinas es evidente. Así como Argentina y las Naciones Unidas rechazan los "deseos" de autodeterminación de la población kelper implantada por el Reino Unido, pretensión que desafía la integridad territorial de Argentina en el Atlántico Sur, el reconocimiento de Jerusalén como capital indivisible de Israel socava los reclamos palestinos.
Además, la decisión de Milei entra en conflicto con la postura tradicional del país, que históricamente ha respaldado los intereses nacionales por sobre los "deseos" de poblaciones implantadas. Si bien se ha manifestado un tibio cambio en el discurso oficial respecto a las Islas Malvinas, aún persisten grandes dudas sobre la coherencia y la profundidad de la política exterior del gobierno.
Por otro lado, este movimiento alinea a Argentina con un reducido grupo de países -Papúa Nueva Guinea, Guatemala, Kosovo y Honduras- que han trasladado sus embajadas a Jerusalén, siguiendo el ejemplo de Estados Unidos bajo la presidencia de Donald Trump.
Sin embargo, esta acción no está exenta de críticas, especialmente en lo que respecta a su impacto en las relaciones internacionales y en el equilibrio de fuerzas en Medio Oriente.
Ante esta situación, queda en evidencia la falta de un análisis profundo y equilibrado de las implicancias políticas, diplomáticas y territoriales que devienen de esta desafortunada decisión. En tanto, exige un debate amplio y plural que contemple todas las perspectivas involucradas, tanto a nivel nacional como internacional.
Fuente:
Letra P