La reciente declaración del candidato a embajador de Estados Unidos en Argentina, Peter Lamelas, quien afirmó que su país "no reconoce la soberanía de Argentina ni del Reino Unido" sobre las Islas Malvinas, carece de toda veracidad. No solo merece un profundo escepticismo, sino que, al contrastarla con el historial diplomático y militar de Washington, se revela como una declaración que bordea lo falaz.
El punto más contundente para desmentir la supuesta neutralidad estadounidense reside en su comportamiento durante y después del conflicto de 1982.
Es un hecho documentado que, durante la guerra, Estados Unidos no solo no mantuvo una postura neutral, sino que brindó un apoyo logístico, de inteligencia y militar crucial al Reino Unido. Esto incluyó: Inteligencia Satelital: La provisión de información vital del sistema satelital estadounidense a las fuerzas británicas. Material Bélico: El suministro de armamento y misiles, elementos que fueron determinantes en el desarrollo del conflicto. Respaldo Diplomático: Aunque Washington intentó inicialmente un rol de mediador, su inclinación hacia Londres se hizo evidente y se consolidó a medida que avanzaba la guerra.
Luego en la Post-Guerra, lejos de adoptar una postura equidistante, Estados Unidos ha continuado su estrecha colaboración militar con el Reino Unido en el Atlántico Sur. La realización de ejercicios militares conjuntos en aguas circundantes a las Malvinas y en el Atlántico Sur, que han incluido la participación de submarinos de propulsión nuclear, es una prueba irrefutable de que la relación estratégica de Washington en la región siempre ha sido con Londres, y no con Buenos Aires en lo que respecta a la soberanía de las islas. Estos ejercicios envían una señal política y militar inequívoca de apoyo a la presencia británica.
Y si bien Estados Unidos puede no emitir una declaración explícita de "reconocimiento" de la soberanía británica en cada oportunidad, su falta de apoyo a las resoluciones de la ONU que instan al diálogo sobre la soberanía y su abstención en votaciones clave o incluso su alineación tácita con la posición británica es una forma de no-neutralidad.
Nunca ha habido una iniciativa diplomática fuerte de EE.UU. que presione activamente al Reino Unido para sentarse a negociar con Argentina bajo los términos de la ONU. Su "silencio" o su "abstención" debe interpretarse como una forma de convalidar el statu quo, que favorece al Reino Unido.
¿Quién puede tener dudas que la postura estadounidense se enmarca en una alianza histórica y estratégica con el Reino Unido?. Londres es un aliado clave en la OTAN, comparte intereses de seguridad globales y es una pieza fundamental en la política exterior de EE.UU. En este contexto, el apoyo al Reino Unido en un tema tan sensible como la soberanía de Malvinas es coherente con sus intereses geopolíticos de largo plazo, incluso si genera fricciones con Argentina. La "neutralidad" declarada, en este sentido, debe ser interpretada como un intento de evitar un mayor desgaste diplomático con Argentina, sin alterar el apoyo fundamental a su aliado principal.
De tal forma, la aseveración del candidato a embajador de EE.UU. sobre una supuesta "no-reconocimiento" de la soberanía de Argentina ni del Reino Unido en Malvinas, cuando se confronta con el historial de Washington, se desmorona. Los hechos demuestran un patrón sostenido de apoyo al Reino Unido, tanto militar como diplomáticamente, que contradice cualquier pretensión de neutralidad.
El rol del periodismo aquí es clave. Debe exponer la verdad detrás de las declaraciones diplomáticas, contrastándolas con las evidencias y la historia. La "neutralidad" en este caso, es más una construcción verbal que una realidad fáctica.