Con el arribo del comodoro John Byron a la Isla Trinidad, se dio inicio a la primera invasión inglesa en las islas del Atlántico Sur el 23 de enero de 1765, marcando un hito en la historia de usurpación de las Islas Malvinas y los archipiélagos lindantes por parte del colonialismo anglosajón.
Ante la invasión británica, España buscó resolver la situación a través de la diplomacia. Los esfuerzos incluían presionar por la devolución de las islas o, si era necesario, prepararse para un conflicto con el apoyo de Francia.
Sin embargo, la falta de un respaldo francés impidió que la negociación avanzara, y España optó por la vía militar para recuperar el control de la zona.
La Corte española ordenó al gobernador de Buenos Aires, Francisco de Paula Buccarelli, la expulsión de los ingleses. Para esta tarea, reunió una poderosa flota compuesta por cuatro fragatas, al mando del capitán de navío Ignacio de Madariaga.
Con un total de 1.400 hombres, que incluían tanto marinos como soldados, y 140 cañones, Madariaga se preparó para atacar.
El 10 de junio de 1770, después de un enfrentamiento decisivo, los ingleses se rindieron ante la flota española en Puerto Egmont. La noticia del éxito militar español no tardó en llegar a Londres, donde las autoridades británicas se prepararon para retaliar, demandando la reparación de su honor nacional herido tras la pérdida.
En este contexto, España intentó asegurar el apoyo francés en su defensa, pero Francia se mostró desinteresada, argumentando la falta de preparación militar. Ante esta situación, el rey Carlos III de España tomó la decisión de ordenar la devolución a los británicos, si bien dejó clara la soberanía española sobre las islas mediante una declaración expresa.
Las negociaciones culminaron con un compromiso de Inglaterra para devolver las islas tras un periodo de tiempo razonable, sentando así las bases de la usurpación de territorios que por historia pertenecen a la Argentina.
A 260 años de esos acontecimientos, las Islas Malvinas siguen siendo un símbolo del colonialismo en pleno siglo XXI y un reclamo inclaudicable de soberanía por parte del pueblo argentino.
Además, esta disputa histórica entre Argentina y Gran Bretaña es un recordatorio de los intereses imperialistas que han moldeado la historia de América del Sur y que hoy militarizan una zona estratégica geopolíticamente con fuerzas extranjeras.
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