El iceberg más grande del mundo, conocido como A23a, comenzó a fragmentarse, generando preocupación entre científicos y ecologistas.
Con una extensión de 3.600 kilómetros cuadrados, este enorme bloque de hielo, que se desprendió de la plataforma de hielo Filchner en la Antártida en 1986, ha permanecido casi inalterado durante más de 30 años.
Sin embargo, recientes observaciones satelitales confirman que una porción significativa de 19 kilómetros de longitud se ha separado del bloque principal, lo que podría acelerar su descomposición y generar una serie de consecuencias ambientales.
A medida que el iceberg se desplaza hacia la isla de Georgia del Sur en el Atlántico Sur, se teme por un posible encallamiento en aguas menos profundas pueda afectar gravemente a las poblaciones locales de pingüinos y focas, que dependen de estos ecosistemas para alimentarse y reproducirse.
Históricamente, icebergs encallados en las islas Georgias del Sur han causado estragos en la fauna local. En 2004, el iceberg A38 dejó una alta mortalidad en crías de pingüinos y focas, ya que los bloques de hielo impidieron el acceso a zonas de alimentación.
El temor a que el iceberg A23a cause problemas similares ha llevado a la comunidad científica internacional a intensificar su monitoreo.
Por otra parte, en otra faceta de la a empresa Argos Froyanes, que opera de forma ilegal sin la correspondiente autorización argentina en Georgia del Sur, informó que los icebergs en la región han cambiado la dinámica de las operaciones pesqueras, siendo que fragmentos pueden variar de tamaño, desde estadios de fútbol hasta las dimensiones de un escritorio, y con cambios año a año, lo cual aumenta los riesgos también en la actividad ilícita que desarrollan.
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